La vida en una de las ciudades más calientes de México

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Durante la más reciente ola de calor, los habitantes de la ciudad norteña de Hermosillo soportaron temperaturas sofocantes.

La gente en Hermosillo está habituada al calor: soportar temperaturas abrasadoras es motivo de orgullo local en esta ciudad del noroeste de México conocida por su clima ardiente y apodada “Ciudad del sol”.

Pero un domingo reciente de junio, las temperaturas alcanzaron un récord cuando los termómetros llegaron a 49,5 grados Celsius o 121 Fahrenheit.

La sensación era “como que te estaban tirando bolas de fuego”, dijo Isabel Rodríguez, trabajadora de una gasolinera en la carretera hacia Hermosillo. Ya en la ciudad, un hombre usaba su sombrero para echar agua de una fuente a su hija para aliviar el calor.

Las temperaturas abrasadoras también cubrieron el resto del país.

Junio tiende a ser un mes de lluvias en México, pero este año, el fenómeno de El Niño, un patrón climático global que a menudo está asociado al calor intenso, causó días más calientes y menos lluviosos. Con temperaturas superiores a 40 grados Celsius, el mes pasado había 23 estados mexicanos con alerta de calor. Más de 110 personas han muerto esta temporada en todo el país por causas relacionadas con el calor.

“Es muy atípico y fue debido a un anticiclón”, dijo Christian Domínguez Sarmiento, investigadora en el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Este fenómeno, que crea una circulación de aire en dirección contraria a las manecillas del reloj, evita la formación de nubes y, añadió Domínguez Sarmiento, provoca que “la radiación entre de manera directa”, y, al estar despejado el cielo, “la temperatura en la superficie se eleve”.

También intervino la Oscilación Madden-Julian, un sistema de tormentas eléctricas que recorren el ecuador con regularidad, lo que inhibió aún más la formación de nubosidad, explicó Domínguez Sarmiento.

Además, la investigadora añadió que el uso de suelo también contribuyó a la sensación de más calor: “Si tuviéramos mucho más cobertura de bosque”, dijo refiriéndose a la urbanización, “podríamos sentir, a pesar de este efecto del anticiclón, unas temperaturas menores, pero realmente estamos rodeados de asfalto”. Eso contribuye, agregó Domínguez Sarmiento, a la sensación de malestar.

En Hermosillo, una ciudad de aproximadamente 936.000 habitantes, esa sensación se traduce en ojos que queman, cabezas que pulsan y chorros de sudor.

“Incluso con la sombrilla cubriéndome del sol”, dijo Luis Grande, un estudiante solitario que caminaba en el campus de la Universidad de Sonora, “sentía cómo los ojos me querían hasta explotar del calor”.

Y, sin embargo, en Hermosillo, tradicionalmente acostumbrada a las temperaturas abrasadoras, la vida parecía seguir adelante: las escuelas permanecían abiertas y las mujeres acompañaban a los niños a clases; se programaron partidos de futbol a mediodía.

“Te pegaba, así como que te cocía la piel”, dijo María Ángeles López, ama de casa, refiriéndose al calor. Estaba sentada en el Parque Madero, en el centro de Hermosillo, mientras su hija, Aitana, jugaba bajo un aspersor.

“A mí, por ejemplo, me entraba una desesperación de lo feo que se sentía”, y añadió que su familia tenía tres aparatos de aire acondicionado en casa, pero que intentaba apagarlos porque los recibos de electricidad tendían a subir en los meses de más calor.

En las últimas semanas se han reportado apagones en todo México como resultado de las altas temperaturas.

Los cortes han afectado a la mitad de las tiendas de abarrotes en el país y alrededor del 15 por ciento de dichos negocios perdieron mercancía refrigerada, según dijo a la prensa local la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes.

En Ciudad de México, la capital, se reportó escasez de hielo y algunas tiendas de conveniencia racionaron la venta.

Las autoridades en Hermosillo distribuyeron agua a las personas en situación de calle y aconsejaron a la población llevar gorra y ropa holgada, cocinar menos y evitar exponerse al sol. Algunas familias buscaron solaz en las aguas de un río cercano a una hora en auto de Hermosillo.

En el Paseo El Molinito, un centro recreativo a las afueras de la ciudad, los niños chapoteaban y los padres bebían cerveza. Una hamaca perezosa se mecía al rumor de las hojas mientras de una bocina irradiaba la música de un acordeón. El encargado de cobrar la entrada planeaba dejar abierto el lugar hasta más tarde del horario habitual.

A lo largo del camino en el trayecto de Hermosillo a El Molinito se elevaba humo procedente de algunos incendios forestales, lo que hacía que un día de por sí insoportable fuera más incómodo. El estado mexicano de Sonora, donde se ubica Hermosillo, ha registrado 89 incendios forestales hasta la fecha este año, la mayor cantidad en más de dos décadas, según la Comisión Nacional Forestal.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha criticado la cobertura periodística de la ola de calor, calificándola de exagerada y amarillista. Recomendó a la población “tomar mucha agua y no exponernos mucho al sol”, e instruyó a los ciudadanos a “levantarse más temprano”, como “le hace el campesino”.

La gente en las zonas rurales de Sonora empieza a trabajar a las 4:00 a. m. para evitar el calor sofocante y hacen una pausa a mediodía. Luego retoman las labores a las 4:00 p. m., cuando las condiciones climáticas vuelven a ser manejables.

Y no son solo los humanos los que no soportan el calor. Algunos dispositivos electrónicos se apagan si están expuestos a altas temperaturas demasiado tiempo.

“Pues todavía nos queda julio, agosto y septiembre”, dijo el mes pasado Refugio Estrada, quien vive afuera de Hermosillo. La gente sabe que la canícula está por llegar.

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